sábado, 31 de diciembre de 2016

Entrañable tucán





 
                                                         
"Hay momentos fugaces
que se nos quedan dentro eternamente"



Y otra vez me encontraba ahí parado escuchando esa historia del mismo hombre del bar con su brazo apoyado en la barra sujetando el ron en la penumbra, de cara a una galería vacía mientras contaba su historia de animales capaces de cambiar el mundo de una persona. Yo estaba de paso, cosa cada vez mas habitual, para darme las buenas noches con esa cervecita que te inunda de sueño y así dormir profundamente tras un día activo, pero ese hombre parecía que no tuviera fin, ni hogar, siempre nos encontrábamos en ese antro debajo de casa.
Mis días transcurrían con mucha tranquilidad, una rutina con varias opciones, disponía de tiempo y planificaba poco, algo que me fascinaba, dejarme llevar según lo que me ofrezca el día en si, priorizando los amigos y el deporte pero lo cierto es que los amigos cada vez tienen menos tiempo y es el deporte quien me acaba ofreciendo con quien compartir las distraídas tardes.
Salí a correr por las montañas del mediterráneo, un clima húmedo y con vegetación baja, viendo el sol caer sobre el mar calmado, temperatura fresca y una fauna casi inexistente, me hallaba solo con mis pulsaciones y la mente en blanco, sin mas preocupación que levantar bien las torpes piernas para no tropezar con las inmóviles rocas que tanto predominan en este paraje. Echando vistazos fugaces al entorno cada vez mas boscoso ya que me estaba entrando en el macizo, observé a una peculiar ave a lo lejos y bien arriba, avivé mi marcha para acercarme lo máximo posible y poder identificar a ese animal. Noté como iba aumentando la temperatura del ambiente, algo extraño porque el día se iba cerrando poco a poco, también incrementaba la humedad, una humedad cálida que hacía sudar hasta las plantas. El ser volador lo tenía más cerca, lo justo para saber solo que me resultaba extrañamente conocido, aceleré un poco más y caí que el pájaro se había convertido en mi amigo esa tarde, mi motivación para disfrutar del ejercicio físico. La calor y la asfixiante humedad me tenían intrigado como el animal, como esa flora tan tupida y viva tan atípica en esta zona, yo seguía apretando hasta que conseguí diferenciar al amigo y me detuve de golpe fascinado. Ahí estaba parado sobre la rama de un gran árbol, luciendo delante mío sus vivos colores y yo clavado como una estaca hipnotizado, observando lo exótico que me resultaba el ave y el maravilloso paisaje donde él me había traído. Su enorme pico naranjado con la punta negra no paraba de moverse, tratando de ocultarlo tímidamente entre su brillante negro plumaje, a la vez, se mostraba simpático y juguetón conmigo así que traté de acercarme hasta conseguir rozarlo con mucha delicadeza y aun así se enervó un poco, mostrándose un poco arisco y desconfiado pero seguía en su rama, abrió sus alas y expuso sus colores interiores tan llamativos, me lo tomé como un signo de aceptación y volví a iniciar la marcha ya que la atmósfera que se había creado me estaba llenando de energía, el gracioso tucán extendió sus alas de nuevo para seguirme iniciando al mismo tiempo un bonito cántico, volaba alrededor mío formando un especial vínculo, los dos disfrutábamos de aquel paseo por el desconocido bosque ganando cada vez más confianza. Qué fascinado me tenía, qué extrañas sensaciones me estaba provocando por dentro, no daba crédito a que un ser vivo pudiera despertarme tales emociones tan poco frecuentes en mi. Él seguía moviendo sus alas todavía más animado, se le veía disfrutar feliz tanto como a mi pero me  empezaba a pesar el cansancio, luchaba por seguir y no detener ese mágico momento no obstante mis piernas se fueron frenando poco a poco haciendo caso omiso de mi corazón insaciable. El tucán se posó en mi hombro, frotó su suave cabeza con mi cara y volvió a echar el vuelo siguiendo hacia adelante, yo reanimé mi marcha con fuerza después de esa muestra de afecto, duré apenas cinco minutos, mi cuerpo era incapaz de seguir y me senté apoyando mi agotado cuerpo contra un árbol pero él ya no se detuvo mas, siguió batiendo el alegre aleteo mientras lo veía alejarse con su extrema elegancia, impotente notaba como el frío y la tristeza entraban en mi cuerpo y apagaban esa llama que se había prendido
Todavía exhausto reposaba en la esquina del bar de debajo de casa refrescándome con un ron añejo, dándole vueltas a esa tarde, a ese extrovertido tucán que había hecho de una simple carrera, un viaje celestial que anhelaba volver a disfrutarlo.