domingo, 9 de noviembre de 2014

Educación libre



"Uno aprende felizmente
cuando se siente libre con ello"
 
 
El gallo, junto al alba, me despierta una mañana mas, tras crecer unos milímetros y un profundo bostezo,  me pongo la camisa mantel y los pantalones de tiras, mi habitual vestimenta rutinaria, hoy toca matemáticas y ética, pero primero a coger fuerzas con un buen desayuno junto a mis risueños abuelos. Cuando la barriga queda satisfecha, nos calzamos los tres con botas de agua, salimos al trastero, cogemos las dos carretillas llenas de herramientas, un par de cestas y marchamos hacia los terrenos a trabajar la tierra, recoger la verdura y la fruta madura para mañana ir al mercadillo semanal de la, como dicen mis ascendientes, civilización. Codo con codo con mi abuelo vamos arrancando los puerros a la vez que voy recibiendo las primeras clases del día con cálculo mental, materia difícil pero útil en el escaparate, estos últimos meses ya estoy despachando clientes, algo que me gusta mucho y me ayuda a tener ganas de hacer más cálculo. La clase acaba una hora antes de volver a casa para comer, en esta hora seguimos en el campo callados, repasando los ejercicios por dentro.
Con la barriga llena otra vez volvemos a la segunda etapa del día, más corta y llevadera, ahora junto a mi dulce abuela, recogemos lo de esta mañana para después prepararlo y llevarlo mañana con la demás materia recogida el resto de días. La asignatura de ahora es distraída y amena aunque siempre acabo quedándome mudo sin saber que decir justo antes de acabar el día, cosa que me fastidia porque me acuesto dándole vueltas hasta que por fin tengo algo que decirle a la mañana siguiente sobre "¿Qué sentido tiene relacionar aprender, felicidad y libertad?"
Hoy, antes que el gallo, mi abuelo me despierta con una caricia y un beso, es día para ganar gran parte del dinero de casa, me pongo la ropa limpia, que mi abuelo preparó anoche y desayunamos los tres juntos, nos calzamos con botines antes de subir en la furgoneta de mi abuela y marchamos para la civilización. Cuarenta y cinco minutos de camino donde escuchamos la radio, noticias sobre tierras lejanas llenas de cosas malas, pobrecitos. Una vez llegamos, montamos el escaparate en el lugar de siempre, justo en frente  del camión donde tenemos los productos a vender. Empiezo a tratar con los primeros clientes del día, mi abuelo prepara los encargos y mi abuela recorre el pueblo en busca de nuevos pedidos y aprovecha para comprar cosas para la casa. Cuando está de regreso, después de toda la mañana andando, se sienta y come un bocadillo junto a su marido mientras yo sigo con la amable y simpática gente con la que siento una gran estima con cada uno de ellos y ellos conmigo. Cuando mi abuela acaba de comer me sustituye y llega mi momento para dar una vuelta, comprar mi comida y visitar a amigos que están en otras paradas vendiendo. De camino a la pizzería veo una mujer mayor andando de frente con cierta dificultad de lo cargada que va con todas las compras de la semana, en el tiempo que me dispongo a ayudarla, una multitud de niños con un balón  pasan como un huracán por al lado, tirando así, las compras de la pobre mujer, rápidamente le ayudo a levantarse y me agacho a poner las cosas dentro de las bolsas de nuevo, cuando enfurecida me grita:
— ¿Porqué no te vas con tus amiguitos a hacer el gamberro?
— No son mis amigos, ellos están en el recreo del colegio —respondo apenado con un sentimiento de culpabilidad
— Y siendo un niño...¿Qué haces que no estás en el colegio? —me vuelve a preguntar, pero antes que vaya a responder se anticipa cambiando su expresión enfurecida por una sonrisa —a esta hora todavía no habrás comido, ¿Quieres comer en mi casa? Hay comida de sobras y así, me ayudas con las bolsas —Asiento agradecido, acarreo con todas las bolsas que puedo y empiezo a explicarle que estoy viviendo con mis abuelos y ellos mismos me enseñan las asignaturas del colegio mientras les ayudo con el campo, motivo por el cual no asisto al colegio. Me sorprende su expresión como si fuera la primera vez que escucha algo así.
Al acabar de comer, la mujer promete irme a ver en el escaparate la semana siguiente y conocer a mis queridos abuelos. Corriendo vuelvo para retomar el negocio que hoy me retrasado más de lo normal y estarán preocupados. Al acercarme veo dos hombres uniformados de azul con una gorra en la mano hablando con mis abuelos, ambos parecen muy preocupados, me pregunto que habrá pasado, parece que todo esté bien salvo sus expresiones rotas, arranco a correr de nuevo, pero todavía más rápido, hasta llegar abrazar a mi abuela que me responde con un fuerte achuchón en la cabeza. No entiendo nada por lo que discuten, sólo veo a mis abuelos llorar y suplicar en el momento que uno de los hombres me lleva arrastrándome hasta meterme en su coche, empiezo a chillar a mis abuelos para que me ayuden, pero fríos como el hielo se quedan petrificados. El coche arranca y las lágrimas empiezan a recorrer mi cara descompuesta. Llegamos a un edificio oscuro y grande con una enorme puerta de barrotes con las grafías de hierro "colegio interno" donde me está esperando un hombre y una mujer para recibirme y llevarme dentro del edificio.